Movimientos como mecanismos y rituales de defensa

Movimientos como mecanismos y rituales de defensa
¿Perderse para encontrarse? Foto: Ashley Batz / Unsplash

Estas semanas han estado algo difíciles. Cuestiones de salud, de labores, de gente cercana a quien quiero mucho. Estar lejos de ellos da sensación de impotencia. De querer doblar el mapamundi y hacer que los continentes se vuelvan Pangea otra vez.

Algo que he estado haciendo que me ayuda a nivelarme es ir al gimnasio. Así es. Me he convertido en esa persona. He pasado del sedentarismo casi absoluto al movimiento casi imperativo. Hago ejercicios de fuerza al menos tres veces a la semana. Camino todos los días. Cinco kilómetros en promedio, más de ocho kilómetros en un día excelente, mínimo tres kilómetros cuando todo lo demás es imposible. Al menos trato de sacarme de la casa todos los días. Para alguien con historial severo de agorafobia, de estancamiento y hundimiento en depresión, han sido pasos agigantados. Estiramientos, Lagartijas.

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Hasta los leones necesitan estirarse. Foto: jean wimmerlin / Unsplash

También me encanta ir a nadar. Eso lo hago menos a menudo porque implica varios pasos. Cambiarse en el locker, nadar, sauna, nadar, vapor, nadar, tina de hidromasaje, secarse, bañarse, secarse, cambiarse. Problemas primermundistas que me encantaría tener en México. Exceso de agua más que escasez de agua. Después de todo, quizás el punto es que tomemos todo ese número de pasos.

Otro momento primermundista, pero no por nada. El balneario natural de Sky Lagoon en Islandia le llama “El Ritual” a algo parecido que ofrecen. Laguna de aguas termales, seguida de chapuzón de agua fría, seguido de contemplación en el sauna, seguido de rocío de agua fresca, seguido de un tratamiento de sales marinas que se deja en la piel mientras estamos en el vapor y, minutos después, se quita con un buen regaderazo antes de volver a descansar en la laguna. Es un proceso que toma tiempo, una hora fácil. Casi como ir a nadar. Como ir al yoga, al pilates, a los aparatos. A dar una vuelta aunque sea por el parque. Patrullar la cuadra.

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Ojalá las lagunas sean eternas. Foto: Karsten Winegeart / Unsplash

Son rituales físicos y mentales que implican salir de la casa, tanto de las paredes que conforman nuestra morada como las paredes que a veces confinan nuestra mente. Orearse es a veces justo y necesario. Es una forma física de entrar en otras alternativas y en otras líneas de tiempo. Maneras organizadas de ejercitar el libre albedrío. Si lo hacemos bien, sin sentirnos obligados, sin compararnos con la maestra que lleva treinta años haciendo lo que llevamos apenas treinta días conociendo, sin perseguir estándares inexistentes, es bastante liberador. Ayuda a sacudir las cosas. A ver todos los caminos desplegarse ante nosotros mientras nos recalibramos en el aquí y el ahora.

La semana pasada enfermé de gripa y no pude ir a hacerlo por unos días. Eso, aunado a los otros problemas, me hizo caer en un hoyo en el que no había estado en bastante tiempo. Me di cuenta que, a pesar de lo que había pensado tanto tiempo como niña gorda y torpe, como neurodivergente sin diagnosticar, el sedentarismo no es mi estado natural. Mi estado natural es la acción, es el disfrute del cuerpo, la mente y el alma.

Llorando le decía a mis seres cercanos que hacer ejercicio era mi mecanismo de defensa. Lo que antes era la comida, la bebida, el desenfreno, ver videos chatarra en YouTube, martirizarme con redes sociales. Pero la diferencia es que usaba esas cosas para perderme en ellas. Para no pensar. Y, curiosamente, aunque al entrar en contacto con el tapete, el camino, o la alberca, busco también dejar de pensar y perderme por un rato, lo que termino haciendo es encontrarme. Aunque sea para pequeñeces como “este movimiento se siente mejor así”, “esta brazada resulta más eficiente”, “este proceso se siente más natural” o “esta ruta nueva me da mucha paz”. Sí, me desconecto de la sensación de impotencia. O, más bien, la transmuto en posibilidades y alternativas. Hay una sensación de poder, incorrupta, en la que descubro qué sí puedo hacer y entonces lo hago.

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Nadar entre posibilidades. Foto: Lavi Perchik / Unsplash

Al principio, a este texto le había puesto “Mecanismos de defensa”, pero ahora no sé si le que da mejor “Rituales de defensa”. ¿”Rituales de recalibración”? Ya veremos.

Como Garrus Vakarian de Mass Effect, que siempre te pregunta si algo puede esperar porque está en medio de calibraciones. Aunque estas calibraciones las hago aún mientras hago lo otro.